Todos los que no somos de Madrid podemos reconocer que cuando vienes a vivir aquí por primera vez te sientes perdido y a veces solo, especialmente todos aquellos que procedemos de lugares que no superan los 300.000 habitantes. Al principio yo, que vengo del norte, echaba de menos tener pocos parques cerca, no me acostumbraba a la falta de árboles y el ritmo de la calle me agotaba. Echaba de menos las terrazas sin carreteras cerca, las barras llenas de pintxos y la forma de salir por la noche. En ocasiones podías sentir que no existía el tiempo, mientras que en tu ciudad quedabas con varias personas, en Madrid solo puedes quedar con una por aquello de las distancias. Te das cuenta de lo cara que es la vida en la capital y aprendes que los mejores planes hay que dejarlos para principios de mes. Es tal el agobio que acabas idealizando a tu ciudad e incluso a tu familia.
Pero, a medida que va pasando el tiempo, vas descubriendo un Madrid que te enamora. Descubres la cantidad de oportunidades que te ofrece, descubres la arquitectura que decora el cielo de Madrid, los bares de tapas y la noche.
Descubres la diferencia que existe entre pasear por el barrio de Salamanca, ir a Lavapiés o tomar unas cañas en Malasaña. Las diferentes culturas, los locales que cierran tan tarde que te preguntas si los dependientes cobran un plus por la hora. Descubres restaurantes de moda, tiendas retro y el único ángel caído de Europa.
Hace unos meses, la youtuber Soy una Pringada (con la que sorprendentemente estoy de acuerdo en muchas cosas) escribía en Instagram lo siguiente: ‘hace 3 años me mudé a Madrid, tenía mucho miedo y pensaba que en 3 meses me quedaría sin dinero y tendría que volver a Barakaldo, pero sabía que si ni lo intentaba me moriría. Sabía que era la única forma de vivir la vida pero de verdad. Dejé a los pocos amigos que me quedaban allí, a mi familia y todos los demonios de mi cuarto y me cogí un bus ALSA, fui todo el viaje escuchando El hombre del tiempo de @elbuenhijo_. Ese mismo día había una proyección para el equipo de La Llamada antes de su estreno. Y tal que así ya vivía en Madrid. Aquí lo he perdido todo y lo he ganado todo. Madrid te ahoga y te salva. Madrid revive ?’
Me sentí identificada, supongo que todos hemos pasado por eso aquí. Hemos perdido todo y lo hemos ganado todo. Nos hemos ahogado y nos hemos salvado. Madrid tiene la capacidad de querer apostar por ella, aún sabiendo todos los contras que en ella se encierran.
Siempre he mantenido que hay que vivir Madrid. Puedes acceder a una de las mayores pinacotecas del mundo, porque hay cosas que hay que ver casi por obligación, como las Meninas de Velázquez o el Guernica de Picasso. Puedes salir a tomar una caña sabiendo que el ‘me tomo una y a casa’ pocas veces funciona. Acabas descubriendo que aunque es una ciudad grande, terminas haciendo tu vida en el barrio. Te ofrece planes que aunque no los hagas sabes que están a tu disposición. Acabas encontrando cierto encanto a esos edificios de barrio con fachadas de ladrillo que aunque nunca pasan de moda, siempre parece que les falta algún detalle. Te enamoras de las tardes de terraceo en cuanto empieza el buen tiempo pero no hace tanto calor como para no poder salir a la calle. Puedes ir a zonas típicas de Madrid, como Gran Vía o la Puerta del Sol, donde vamos los que no somos de aquí. Con el tiempo acabas entendiendo por qué los madrileños no frecuentan mucho sitios tan turísticos.
No se entiende Madrid sin hablar de los madrileños. A día de hoy he conocido a pocos gatos de verdad. Quizás por eso es por lo que resultan tan abiertos, cercanos y generosos. Después de tantos años te das cuenta de que en Madrid puedes echar de menos muchas cosas, pero siempre te sientes como en casa.
Elvira Lindo, pregonera de las fiestas de San Isidro 2019, dijo en su discurso: ‘Hay ciudades más monumentales, menos caóticas en su trazo, mejor conservadas, pero cuánto nos gusta Madrid, cuánto la echamos de menos. Aquí nos pueden pasar cosas. Una ciudad ha de ser el sitio donde te puedan pasar aventuras inesperadas. Yo salgo de casa y no veo el momento de recogerme. Yo pregono mi amor por Madrid, porque sé lo que es experimentar una nostalgia inmensa de esta ciudad. “Eres mi casa, Madrid, mi existencia”, dijo Miguel Hernández cuando escribió versos en su defensa, y así lo he sentido yo cuando estaba lejos. (…) Soy Madrid porque nací en Cádiz.’
Yo también pregono mi amor por Madrid, también experimento una nostalgia inmensa cuando estoy lejos de ella y yo también soy Madrid porque soy de Vitoria. Como diría Sabina, yo me bajo en Atocha, yo me quedo en Madrid.