El otro día estuve en unas copas y casualmente una de las chicas que ahí se encontraba dijo que si tuviera que acostarse con un personaje histórico sería Lope de Vega. Tal y como lo explicaba, argumentos no le faltaban para defender su postura. Sin embargo, ¿quién en unas copas dice que tendría una noche con Lope de Vega? Esperas de alguien de 30 años que al ser preguntada por personas que ya no están entre nosotros, se le ocurran nombres como Paul Newman o Kurt Cobain, para no ser tan antiguos. Pero, ¿Lope de Vega?
Explicó con tanta pasión los motivos que a mí también me dieron ganas, para qué nos vamos a engañar. Hablaba de cómo en pleno Siglo de Oro Español, los autores de entonces escribían sobre las mujeres que pasaban por la calle, pero lo hacían desde la idealización de sus cuerpos, que poco tenía que ver con el corazón. Afirmaba, además, que Lope de Vega fue quien relató que él las había conocido más íntimamente al haberse acostado con ellas, y narraba los pros y los contras, el tener todo en pleno erotismo y el perderlo al día siguiente.
La chica en cuestión, la que hablaba en la fiesta, lo explicaba con tanta pasión que se notaba la admiración que sentía por él, quizás porque explicaba algo tan cierto como atemporal. Y en ese momento pensé en la importancia que tienen los profesores de Literatura. En mi caso, nunca he sido una gran admiradora de Lope de Vega, igual si me lo hubieran enseñado como a ella, sentiría lo mismo. Sin embargo, sí recuerdo la pasión absoluta que sentía con Bécquer y su ¿qué es poesía? o sus golondrinas, sentía pasión por Espronceda y la libertad de Canción del Pirata y la nostalgia de Canto a Teresa. Supongo que cuando los aprendía, con 16 años, el romanticismo era propio de mi edad. ¡Quién no ha soñado con amores como esos!
A medida que creces, vas entendiendo mejor a poetas como Miguel Hernández, cuando narra su dolor a través de su Elegía a Ramón Sijé, a quien él tanto quería, que con la madurez de sus versos acabas reconociendo como propios ‘siento más tu muerte que mi vida’ o ‘temprano levantó la muerte el vuelo’ y acabas sintiendo el terror de una época con Nanas de una cebolla. Haces lo propio con ‘caminante no hay camino’, de Antonio Machado, que se ha convertido en un poema tan trillado como necesario, no solo en la literatura española, sino en la vida de cualquiera que pueda reconocer en ese poema el paso de su propia vida.
¡Qué necesario es que nos hagan conocer desde pequeños sentimientos universales como el amor de Bécquer o el odio, como lo sentían mutuamente Quevedo y Góngora! Tenemos un gran tesoro literario y por eso son tan importantes los profesores de literatura que son capaces de enseñar que un poema no se aprende de memoria, sino con el corazón.